miércoles, 4 de mayo de 2016

Todo al rojo

Volví a apostar todo al rojo
Y el ganar me sabe a derrota
A sangre en las encías
A mierda en las tripas
A tu mirar desconsolado
Lleno de un frio glaciar
Qué me hace tiritar.
Fumo y fumo
Me consumo con el cigarro
Cada día ser más ceniza y menos persona
Más muerte y menos vida.
Mientras un grito constante me desgarra el interior

martes, 17 de noviembre de 2015

Zafar

Pensé que este momento nunca llegaría, pero adiós a la ciudad de las gotas. Esa que me vio crecer y enloquecer entre su tráfico lento por esos putos semáforos que siempre estaban en rojo.
Adiós a los parques y bancos en los que me he sentado mientras veía el mundo  correr.
Adiós al lugar dónde solíamos gritar. Y a esas paradas de metro interminables.
Adiós a esas esquinas dónde me he dejado el alma.
Adiós a mi gente, que aunque no deje de verles a diferente.
Adiós papá y mamá, ya era hora que vuestro polluelo volase del nido.
Adios hermano, no ver nuestras caras de zombie cada mañana va a ser un suplicio
Adiós a mi calle,  a la tuya, a mi colegio y mis pistas, adiós a ti aunque nunca sepas que me marché ni que me despedí.

Ahora es momento de abrir las alas yvsr alto, tan alto cómo quiera y poder fundirme con el sol.

Creo que voy a echar mucho de menos esta ciudad, pero ya es hora de decir adios.

martes, 3 de noviembre de 2015

Cuarenta y cinco minutos

Cuarenta y cinco minutos de espera, no puedo escuchar música, me he quedado sin batería en el reproductor. Veo a unos pocos transeúntes moverse rápidamente en la noche fria. Hay poca gente esta noche en la parada del bus. A la izquierda un señor con una chaqueta de Metro escucha música, mientras lee noticias en un periódico digital. A mi derecha hay una mujer latina que aporrea con sus dedos la pantalla de su smartphone. No observo con gran detenimiento al resto de personas que están esperando. Todos andan inmersos en sus pantallas táctiles.
El viento mueve las hojas de los árboles y el sonido que produce es embriagador.
Apesto a tila y espirtuosidad, y algunos me miran de reojo.
Tu risa vuelve a estallar en mi cabeza, prefiero ese sonido mil veces antes que la música.
Enciendo un cigarro, cierro los ojos para que no se meta el humo. Doy largas caladas que calientan el cigarro.
Empieza a llover y vuelven a caer gotas que me saludan y me susurran mensajes de bienvenida.
Cuarenta y cinco minutos de espera y yo con una sonrisa de gran idiota.

jueves, 22 de octubre de 2015

La ventana

Media hora después de apagar el cigarrillo seguía saliendo humo por la ventana.
La ventana estaba hecha de aluminio que a su vez estaba recubierta con una capa de pintura blanca.  Hacia años las vistas eran peores pues había barrotes para que los niños no cometiesen alguna travesura que supondría una tragedia en el hogar. Cuando los niños se hicieron grandes, los barrotes desaparecieron.
La ventana da a un bloque de pisos pequeño, el cual te tienes que asomar para llegar a verlo y tras él, un bloque mucho mayor, haciendo que el primer edificio parezca minúsculo.
A la izquierda del bloque grande hay un parque, se puede ver como los dueños de los perros discuten, mientras que los perros juegan entre ellos, más allá, otro bloque similar.  A la derecha del bloque imponente cruza una calle, antes había un salón de bodas en esa calle y mucho antes lo que era el salón de bodas era un cine, ahora es parte de un supermercado.
La bolera también cerró hace años y de lo que fue una calle con mucha vida, sólo se pueden encontrar  bares con parroquianos que podría decirse que duermen en ellos.
El cielo que se ve por esta ventana es de los más azules que puedes ver y no es raro ver estelas de avión.
Se puede ver alguna chimenea de las viejas fábricas que quedan en la ciudad, y por ella entra el hedor de las calles tras una avería en las alcantarillas.
Por ella se pueden ver como las ratas cazan en la noche, e incluso como son cazadas.
La ventana también ve una habitación, en ella estoy yo, escribiendo estas lineas.

La nevera

Los platos de la cena siguen en la mesa junto a las copas medio llenas de vino. El cenicero humea trozos de papel de cigarrillos. La bombilla lanza destellos intermitentes que podrían en alerta a cualquier epiléptico. El stereo repite una y otra vez la misma canción. Su cuerpo está lleno de metamizol, hace años que dejó el vandral. Sólo quiere calmar su dolor físico. Se mira al espejo y no reconoce a aquel extraño. Una luz se refleja a lo lejos, la nevera. La nevera apesta desde hace meses. El motor se estropeó y no le preocupó.
Se acerca a ella y abre la puerta de par en par. El olor es una bofetada que tumbaria a cualquier persona sin olfato.
 En el primer estante hay yogures y un poco de embutido, junto a unas manchas que parecen mermelada. En el segundo hay un filete seco desde hace semanas y un par de tuppers con sobras del mes pasado. El tercero está lleno de fruta podrida, junto con un bote de melocotones en almíbar oxidado. Los estantes de la puerta están desnudos, sólo lo rellenan un bote de ketchup vacío y leche cortada.
Coge la leche y la huele, el hedor es tan fuerte que se marea. Le pasa lo mismo al inspeccionar los tuppers y no tiene mejor suerte con la fruta, evita los yogures y el fiambre. Entre mareos y arcadas, descubre que en su nevera hay lo mismo que en su interior.
La revelación es tan grande que no para de gritar, se encuentra fuera de si, tirando todo a la basura, no le importa que haya alimentos que se le deshagan en las manos por su corrosivo estado, al contrario, él sonríe. Ya es hora de vaciar la nevera y arreglar el motor.

sábado, 10 de octubre de 2015

Todo esta ahí fuera

Espero que tus quejas se esparzan por el aire y lleguen hasta mi, porque estás tan cerca y a la vez tan lejos. Y del aire solo me llega un ligero susurro.
Un susurro que apenas puedo escuchar, mis problemas de sordera siempre estuvieron ahí, y por las noches los acufenos acompañan a mis pensamientos  hasta el cierre de mi consciencia.
Acufenos que crean un pensamiento mágico prediciendo si hablas mal o bien de mi.
Y ellos se mezclan con el susurro del viento, que confundo con el tráfico, y este a su vez con dos borrachos qué se elogian mientras dan tumbos por las calles, y se mezcla con el olor de la tila y el café y con tus despertares en la noche y con el gotelé de mi techo y sus peculiares figuras y acaba con el ruido de la cisterna del vecino, y  con el trapicheo de bolsas en cualquier esquina de la ciudad, y así,  tus palabras nunca van a llegar a mi con tanta interferencia. Lo único que se es que todo está ahí fuera

jueves, 3 de septiembre de 2015

Se acabó

Se acabaron las letras de canciones y las entradas de resentimiento.
Se acabó la irracionalidad en mis escritos.  Mi mente es un vertedero en los que se mezclan sentimientos con recuerdos manchados del paso del tiempo.
Se acabaron las listas de música y las noches de insomnio.
Se acabó Oniria y las noches reversibles.
Se acabó la luz.
Se acabó el tú.
Se acabó el yo.
Se acabó el nosotros.