martes, 3 de noviembre de 2015

Cuarenta y cinco minutos

Cuarenta y cinco minutos de espera, no puedo escuchar música, me he quedado sin batería en el reproductor. Veo a unos pocos transeúntes moverse rápidamente en la noche fria. Hay poca gente esta noche en la parada del bus. A la izquierda un señor con una chaqueta de Metro escucha música, mientras lee noticias en un periódico digital. A mi derecha hay una mujer latina que aporrea con sus dedos la pantalla de su smartphone. No observo con gran detenimiento al resto de personas que están esperando. Todos andan inmersos en sus pantallas táctiles.
El viento mueve las hojas de los árboles y el sonido que produce es embriagador.
Apesto a tila y espirtuosidad, y algunos me miran de reojo.
Tu risa vuelve a estallar en mi cabeza, prefiero ese sonido mil veces antes que la música.
Enciendo un cigarro, cierro los ojos para que no se meta el humo. Doy largas caladas que calientan el cigarro.
Empieza a llover y vuelven a caer gotas que me saludan y me susurran mensajes de bienvenida.
Cuarenta y cinco minutos de espera y yo con una sonrisa de gran idiota.

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