lunes, 5 de mayo de 2014

Cenizas

El fuego se apagó hace tiempo, echamos agua encima de las cenizas por si quedaba alguna brasa que nos pudiese quemar.  Estoy en el lugar donde iniciamos la hoguera, recojo un puñado de cenizas, te puedo sentir en ellas, entre mis dedos se cuela el viento y dejo escapar las cenizas de lo que fue y no volverá a ser.
No estoy triste, estoy molesto por haberme manchado las manos con ceniza, ceniza de aquellos sueños que quedaron atrás cuando el camino se vió interrumpido por ese bloque de hormigón que no nos dejaba ver lo que ya no veríamos.
Pero debo decir que no debimos apagar los rescoldos de la hoguera con nuestro cubo lleno de lagrimas, la lluvia y más concretamente las gotas se encargarían de ello por nosotros y todo hubiese sido menos doloroso, más pasajero, menos intenso.
Me levanto del lugar donde solía gritar, dónde empezó la hoguera, limpio mi mano en el pantalón, el día pasa con canciones tristes que recuerdan momentos vividos, los deja vu quedaron para los soñadores y la gente que no cuida su cabeza.
Pero por una vez en mi vida puedo decir que tengo los pies en el suelo, que se dónde quiero ir y qué quiero hacer, que mi vida está completa, que podría ser más perfecta, que podrías estar a mi lado y escuchar a mi cabeza trabajar, pero la vida no debe ser perfecta, sino que nosotros debemos hacerla perfecta con lo que tenemos y así es, me ha costado aceptarlo pero solo puedo sonreir y afrontar cualquier cosa con la mejor de mis sonrisas, que por una vez estoy donde quiero estar, que por una vez no tengo las manos manchadas de cenizas.

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